Homenaje a los héroes de
Montejato en la guerra con Chile.
Escribe Luis Quispe Cama
Santuario de Ungará, mudo testigo de la infausta guerra con
Chile
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El día 16 de agosto de 1882,
el ejército invasor chileno acampado en Hualcará. El oficial Jarpa al tener
conocimiento que en Ungará, un grupo de Montoneros gestaba un ataque sorpresivo
a su campamento, éste planificó abatirlo sin ser visto y para tal acto desplazó
una columna de un centenar de soldados fuertemente armados con fusiles, sables,
bayonetas y un cañón Krup.
El desplazamiento fue de
madrugada por el ala derecha de Cerro Panto y a la altura de lo que es hoy el
poblado de La Florida, treparon los cerros y a la altura frente a la fortaleza
de Ungará, los chilenos posesionaron su cañón y en horas de medio día.
El comandante Jarpa al conocer
que los patriotas peruanos se encontraban a orillas del río almorzando, éste
ordenó atacarlos con disparos de cañón, mientras sus tropas asaltaban la
ranchería de Ungará, destrozando las viviendas, matando los animales domésticos
y la violación a las mujeres.
En tanto los patriotas
pudieron lidiar los más de 20 disparos de cañón y luego orillaron el río hasta
la altura de Montejato con el fin de cruzar el arroyo y acampar en Cerro Palo
con la esperanza de que en cualquier momento llegarían las armas prometidas
para hacer frente al enemigo.
Cuando sorpresivamente la
señora Ceferina denunciaba ante el comandante José Gutiérrez, las atrocidades
cometidas por los invasores y el asesinato de la Señora Rosa.
Ese hecho cobarde, indignó al
jefe patriota y luego expresó; “Compatriotas ya no solo hostigaremos a esos
malditos, los enfrentaremos, demostrándole que somos peruanos que amamos
nuestra patria en libertad.
El lema del escudo chileno –
por la razón o la fuerza – permite a su ejército, todo acto despreciable. A la
sombra de esta inscripción, cometen hostilidad que horrorizan”,
Luego ahondó: Hoy que el
empuje de nuestros hermanos del centro, ha hecho retroceder al enemigo desde la
sierra has la ocupada Lima. Hoy que después de tres años de lucha titánica,
comienza a penumbrar la estrella de Chile. Los chilenos se sienten invadido por
el pánico, buscan desesperadamente que se acabe esta guerra y para deponer las
armas cometen atrocidades. Pero, aquí en esta tierra, en esta ribera de un
pasado de gloria liderado por Chuquimanco, seguiremos su ejemplo y, aquí en
este mismo escenario de conflagración, dejaremos escrito el valor del alma peruana
hasta rendir la vida evitando llegar a un tratado ignominioso con esta nación
que pisotean los valores de la hermandad americana”.
En esos momentos, el ejército chileno
retornaba después de sus hechos criminales, a su base en Hualcará y a la altura
de la comarca de Montejato, en el atardecer de ese día 16 de agosto ante un
cruel invierno, con lluvias y neblina que no permitían la visión clara del
desplazamiento del enemigo, el comandante José Gutiérrrez dijo a sus 80
dirigidos: ¡Al ataque!. Los peruanos atacaron la vanguardia enemiga. Pero, su
retaguardia quien se desplaza alejado de los primeros, tuvo tiempo para
posesionar sus armas y atacar a los patriotas peruanos.
El comandante patriota, volvió
a expresar:
“Sólo nos falta los fusiles
prometidos que nos enviarán desde Arequipa, armas que nunca llegaron. ¡Oh
patria del corazón…! por ti hasta derramar mi última gota de sangre, como lo están
haciendo mis valientes hermanos”.
¡Adelante hasta el final ¡
Luego batalló hasta que una
bala perforó su corazón.
La porfía de su más elevado
patriotismo y de sus guerrilleros, no le permitió rendirse, sino morir luchando
por nuestra soberanía, en esa comarca denominada Montejato de la provincia de
Cañete, más de medio centenar de patriotas entregaron su vida por nuestra
libertad.
¡Qué derrota más gloriosa. Qué
brillante heroísmo de esos mártires. Esa sangre derramada, es un libro escrito
con tinta de sangre que permanece en Montejato y que las generaciones abrirán sus
páginas con asombro.
¡Gracias héroes por su
holocausto!.
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