Escribe: Luis Quispe Cama (*)
En el amanecer del día 27 de marzo, se apagó una estrella cañetana, nacida en el distrito de Imperial, que en vida fue América Pachas Napán, esposa del ingeniero Julián Quispe Cama, mentor del Círculo de Estudios de Ingeniería.
Ésta abnegada señora dedicó gran parte de su existencia por la e ducación de la juventud estudiosa cañetana, en especial, en la preparación, pre-universitaria.
Sin ser autoridad política, ni educativa, luchó incansablemente, junto a un grupo humano, por conseguir una filial de la Universidad Nacional de Callao y “José Faustino Sánchez Carrión”, en Cañete.
Lo hizo con el objeto que los alumnos de pocos recursos económicos, estudien una profesión en su propia tierra, evitando emigrar a la capital u otras ciudades del país.
Después de esa titánica entrega, consiguió los primeros frutos para luego germinar y consolidarse su objetivo trazado en la creación de la Universidad Nacional de Cañete.
¡Qué hermoso acto más elevado de América, considerada la Madre de la Educación Cañetana que deja como precedente a la sociedad!.
Un acto que debe llenarnos de orgullo que siempre debe perennizar en la conciencia de nuestro pueblo y sentirnos orgullosos del legado de una escuela de valores.
La praxis de la fraternidad educativa, fue una de las metas de América que permitió elevar el nivel cultural y educativo de nuestra comunidad, contraria a la inmoralidad y la corrupción que impera por doquier en nuestra comunidad.
Desde ésta columna, del órgano de difusión “Punto de Encuentro”, dirigido por el periodista Eladio Quispe, me permito llegar a su público lector y expreso mi saludo por dedicar sus páginas, al alma cultural cañetana.
De igual modo, me saludo al acertado y maravilloso gesto del alcalde Richard Yactayo Durán y su concejo en pleno, de reconocer y distinguir con la “Medalla del Centenario” a tan ilustre personaje, como fue América. Esa medalla brillará por siempre en las generaciones venideras de la sociedad imperialina y cañetana.
Aquél homenaje público que se brindó en nuestra plaza mayor de Imperial presidido por el regidor, Florentino Campos Egui y la presencia de la primera autoridad política, señor Antonio Cama Salazar, así como de sus familiares y amigos. Sinceramente que ese acto fraterno, iluminó el afecto de nuestra hermana América que ya camina por lo inconmensurable de la eternidad.
Esa fraternidad maravillosa que nos legó, fue una América de riqueza cultural cañetana. Se apagó una estrella de luz brillante que iluminó de amor, por el desarrollo de la educación de nuestros pueblos del Perú.
DÍAS DIFÍCILES DE AMÉRICA.
Un mes antes de su deceso, me acerqué a ella y la saludé con emoción y por ese momento pareciera que se sobrepuso al dolor que se imponía, para luego expresar:
- Muchas gracias por su visita – su presencia me motiva para seguir luchando por mi existencia, aquí en la vida – es un grato momento.
Luego respondí a su expresiva alegría.
- América – comprendo de tu valor – de tu valentía en la lucha – por mantenerte en este mundo para conseguir tu salud, es muy difícil, pero no imposible.
- Don Luis – la medicina científica – lucha con ese mal que se ha apoderado de mi órgano hepático. Pero ese mal canceroso destruye mi órgano y se extiende por todo mí ser, en realidad ya se generalizó y ya es imposible combatirlo.
Luego de escuchar sus nostalgias expresiones, dije:
- América – creo que queda una esperanza, la “fe” – la fe, es la promesa solemne, es una pasión maravillosa y, por lo tanto, esa entrega al todo poderoso, puede convertirse en un milagro, que ese frenesí sea en ti.
En el acto, tomó mi mano y me expresó, hermano gracias por tus palabras que me llega a las profundidades de mí ser – Pero mi mal avanzó demasiado y sólo espero el final – Ciento dejar a Julián, mi leal esposo.
Espero que lo ayuden moralmente y de igual manera a mi hijo Iván. Sus palabras y lágrimas me conmovieron y en el acto agregué:
América – Julián, es mi hermano menor y siempre estaré atento en el afecto familiar. Luego nos despedimos.
Con el óbito de América. Cañete pierde a una hermana maravillosa que deja huellas en el andar presurosa, hacia una elevada cultura de nuestra sociedad, en momento que nuestros pueblos se debaten contra la creciente inmoralidad espantosa.
Pero nos deja una esperanza, que sus enseñanzas iluminarán en el cielo de la conciencia de nuestros hermanos, para tomar la antorcha que nos legó y con ella seguir hacia la moral del amor fraterno. ¡Gracias, América por dejarnos una Escuela de Valores y Éticos!, ¡Qué Dios te guíe en tu viaje eterno…! ¡Hasta siempre!.
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